jueves, 7 de enero de 2010

SOLDINI/MUSTEL

Las obras de Yanina y de Nicolás contienen imágenes que hablan de mundos lejanos y tierras exóticas, se inscriben así en una poética romántica de larga trayectoria. Esto no termina de definirlas, podemos decir ante todo que su obra es una reflexión poética sobre la experiencia, dado que ellos han vivido allí.
En su estrategia discursiva, estas obras, tienen el encanto de la intimidad, no sólo porque a veces se apela al pequeño formato sino porque reseñan a la manera de un diario de viaje, momentos puntuales, de sus vidas en aquel lugar.
En cuanto a lo formal estas pinturas tienen fuerte presencia de lo lineal que, desplazándose livianamente por superficies donde el color es tratado como pleno plano, nos informan acerca de un vasto paisaje. Esta sutileza del tratamiento se agudiza en la obra de Yanina dado que la línea y el color muchas veces ocultan lo trágico que muchos textos revelan.
Esta rememoración del “otro” cultural tiene un doble registro: un color local propio de aquel entorno que descansa cómodamente en una condición contemporánea. Donde lo artístico se repliega sobre sí y revisa los presupuestos ligados a la idea de mimesis y reflejo asociados a la representación, lo que implica una normatividad ajustada a nuevos criterios que modifican los modos de concebir al objeto.
El sentido de estas obras se constituye claramente en una experiencia corporal que siempre se da con otros. Rescato para ellos una definición de experiencia como un momento pre-reflexivo; está antes de que se la pueda nombrar. En esa experiencia del y en el mundo tengo cosas y objetos de uso como relaciones con otros. Queriendo conocer cómo se ha dado esa relación es que podemos “entrar” en estas obras, sabiendo del encuentro fortuito de dos artistas de este lado del mundo para contarnos con aire de inocencia una mágica historia de niños

Prof. Estefanía Petersen (docente Fac. de Turismo - UNComahue)
diciembre 2009

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