sábado, 11 de abril de 2009

Javier Lodeiro - Pinturas (18/04/2008)



Coleccionista de relatos que cohabitan; como un Ulises va recogiendo experiencias de sus viajes por los paisajes de la Historia, de Mitos y de Leyendas, combinándolos en un mismo espacio y un mismo tiempo, sin temor a los anacronismos.
Escritor de lo cotidiano, lector de su cosmos.
Javier refunda mundos, pintando con acrílico sobre tabla, en un mismo firmamento de música y literatura, con la saga más diversa de personajes de viejas tradiciones fantásticas arrancadas de sus lecturas adolescentes.
Uno o dos zigurates sirven de telón de fondo al diálogo silencioso entre el Minotauro que, fuera de su laberinto, espera atento el arribo de sus siete doncellas y sus siete mancebos (que quizá jamás lleguen) y sirenas de canto sordo que-no-encanta…
… desde el árbol las glicinas de perfiles femeninos vigilan atentas los cercanos movimientos del pájaro virtuoso...
… un desfile de elefantes dalinianos sostiene el fondo escenográfico de aquellos mandriles sabios, como salidos de una vieja serie de TV, compiten con el hombre por el lugar que otrora ocuparan los griegos en el ágora…
… el cancerbero vigila atento, con la actitud de una mascota retozona, el hallazgo del anillo prodigioso…
Parecen cuestiones generacionales las que me unen a Javier y a Raúl Cadús (curador invitado; docente de la UNComahue), pero veo que es ese cosmos atemporal lo que nos hace estar.


Marcelo F. A. del Hoyo
Curador (abril de 2008)


La experiencia estética en pintura ha sabido ser, en la historia del arte argentino, por lo menos desde Xul Solar, una ventana herméticamente abierta a la experiencia metafísica. Una experiencia que nos pone en contacto con una dimensión que trasciende la experiencia cotidiana del trato con el mundo, en la que sin embargo éste se nos muestra como en una de sus formas originarias, inmemoriales. No diría que más verdadera, porque es una maña del arte estar más allá de lo verdadero y lo falso, y ya ni siquiera más profunda, porque puede experimentarse, como en Lodeiro, como una metafísica expuesta en la superficie de un espacio intrarior. En la superficie la mirada del espejo de agua contemplándose en una mujer de piel de Namibia, crepuscular y serena como en un cuadro de boutique. En el origen las botellas flotando en la capa cretácica de un erotismo sin tensión ni objeto del deseo, puro en sí mismo, Celeste al borde de una beatitud pagana. A veces la obra de arte devela algo de lo que ya era pero que no estaba. … un estado de ser intemporal, un pensamiento sensible, percepción del objeto, de la figura, sin drama ni alegoría surrealista. Los objetos desprendidos del uso, la figura en éxtasis, la geometría de una pasión suspendida en el equilibrio lábil de su propio erotismo; lo intrarior es hoy sin tiempo y espacio sin afuera y sin adentro. Radiografía de un estado de ser intrarior, una capa arqueológica inusitada, ¿es la superficie del acrílico el abismo suave de una caída quieta como un perfil de animal egipcio o un sticker? A veces la experiencia estética-metafísica es la de una especie de sentido común recuperado.


Raúl Cadús
Curador invitado – docente UNComahue

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